La Gran Lima es una ciudad que verdaderamente desconozco (quiero desconocer). Es una ciudad donde la gente se rechaza mutuamente donde el hermano te mira sobre su hombro, para inmutarse luego aún más. En la Lima donde vivo, todos caminan frente a nadie.
Por azares del destino mis padres provincianos se conocen en esta antiguamente menos bulliciosa ciudad, así yo llegué a nacer en sus apacibles periferias.
En la Lima el "limeñito" no me acepta por mis raices, se burla de mis rasgos andinos y mi hermano andino me discrimina por no ser nacida en su región, cierran círculo y siguen conversando sobre sus maravillos cantos y bailes en valles y alturas.
¡En la Gran Lima no sé quién soy!
Pero en mis momentos de solaz, mi nación es un canto, el canto que canto que guarda esperanzas y que muchos rechazan , el de aquí y el de allá. Ese canto que se ha convertido en fuego que abraza toda mi alma.
Ya no tengo alma, te la llevaste.
En la Lima el "limeñito" no me acepta por mis raices, se burla de mis rasgos andinos y mi hermano andino me discrimina por no ser nacida en su región, cierran círculo y siguen conversando sobre sus maravillos cantos y bailes en valles y alturas.
ResponderEliminarMe ha pasado lo primero. Y lo segundo también... justo hace unos pocos días me volvió a pasar. Estaba comprando con unos amigos y la señora que atendía, ayacuchana, empezó a hablar en quechua con sus trabajadores y por la cara extraña de no entender que pusimos, nos preguntó si entendíamos quechua. Respuesta obvia. Luego que de dónde eran nuestros padres, que si eran de provincia que porqué no nos enseñaron, que qué barbaridad que mis hijos si saben y otras cosas más...
Otras veces en mis viajes a veces he sido llamado limaco con desprecio o a veces con cierta compasión por pensar que no puedo ser como ellos.
Pero a pesar de aquello, al igual que tú, me siento uno en mi país, con la historia, con la música, con las costumbres de nuestros pueblos, de nuestras raíces...